La Luna, hermosa Luna… ha inspirado tantas canciones, poemas, escritores, bardos, magos y científicos. No necesitamos tener conocimientos extraordinarios en astrología o astronomía, ni ser artistas sentimentales para alzar la mirada y apreciarla. Entender cuándo es cada momento es realmente simple.
El ciclo lunar en pocas palabras “El ciclo lunar es el período en el que la Luna completa una vuelta alrededor de la Tierra respecto al Sol. Esto dura unos 29.5 días y se conoce como mes sinódico. Pero hay otro ciclo igual de importante: el mes sideral, que dura unos 27.3 días y mide el tiempo que la Luna tarda en volver a la misma posición respecto a las estrellas fijas del firmamento.”
Esta es la parte técnica, pero ¿qué significa? Es simple: el ciclo sinódico es la luminosidad de la Luna, desde Luna nueva a Luna llena y de regreso. Mientras que el ciclo sideral es el movimiento de traslación de la Luna; digamos, es el equivalente a lo que celebramos en la Tierra cada 1° de enero.
¿Qué es la Luna? En realidad, la Luna es una gran roca que orbita nuestro planeta. A estas rocas con ciertas características se les conoce como satélites naturales, y a menudo les damos nombre. En algunas culturas como la nórdica se le conocía como el dios Máni, de género masculino, mientras que la diosa Sunna era el Sol. Aunque si nos ponemos técnicos, los satélites son de género masculino y, en el caso del nuestro, es como los hombres que se llaman Guadalupe. Pero hay más satélites con nombres femeninos, como Europa o Ío, que orbitan a Júpiter. Se les da ese nombre porque Júpiter es el nombre romano de Zeus, quien tuvo varias amantes como Europa e Ío.
Ciclo sinódico: fases e iluminación (la luz que vemos) Es muy simple entender la luminosidad de la Luna. Como sabemos, la Luna no tiene luz propia; ella refleja la luz del Sol. Por ende, depende de su movimiento de traslación (mes sideral) para reflejar la luz. Lo que nos lleva a entender que todo es cuestión de perspectiva. El experimento más sencillo que puedes hacer es ponerte frente a una lámpara y tomar un objeto, de preferencia una pelota. Aléjate unos pasos de la fuente de luz, estira el brazo con la pelota y gira para simular el mes sideral (traslación) de la Luna.
¿Qué tienes que ver? Cómo se ilumina y cómo se oscurece. Si la habitación es lo suficientemente oscura como para simular el espacio, podrás ver las fases lunares en la pequeña pelota. El foco sería el Sol, tú serías la Tierra y la pelota la Luna.
Ahora te explico lo que está pasando: cuando la Tierra (tú, sosteniendo la pelota) está viendo hacia el Sol (el foco), es de día y no hay luz que reflejar. Así que es Luna nueva. Conforme empiezas a girar con la pelota, vas viendo cómo el borde se empieza a iluminar. Eso se conoce como creciente, que va desde que apenas se ve una “uñita” hasta que llega a la mitad iluminada. En esta parte, la Luna se verá más de día que de noche.
Cuando llegamos a un ángulo de 90° —o, en otras palabras, hacemos una escuadra—, ya es cuarto creciente. Esto dura solo uno o dos días. A partir de este punto, la mitad del día y la mitad de la noche se podrá ver la Luna. Pasados tres días, es gibosa creciente y se puede apreciar más de noche, hasta que llegamos a la Luna llena.
Para este punto, nosotros estaríamos dándole la espalda al foco. Lo mismo pasa con la Luna: ella está completamente del lado opuesto del planeta. Aquí es donde, si está muy cerca de la Tierra, se genera un eclipse, ya que no dejaríamos pasar la luz del Sol y le haríamos sombra.
Después, el ciclo empieza a ir en sentido contrario. A esto se le conoce como menguante. Empezamos con la gibosa menguante, que es un día después de la Luna llena. Conforme más avanza, la Luna empieza a perder terreno en el firmamento nocturno para empezar a habitar en el cielo diurno. Se llega al cuarto menguante, que corresponde a la última mitad de la noche y la primera mitad del día. Uno o dos días después ya solo se le conoce como Luna menguante o Luna vieja, y nuevamente vuelve a estar más tiempo de día que de noche, hasta llegar a Luna nueva y volver a estar en su totalidad de día. Si la Luna está lo suficientemente cerca de la Tierra, se puede producir un eclipse solar.
Si quieres saber cuánto dura cada fase, es simple: todo depende del porcentaje de luminosidad de la Luna:
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Luna nueva – del 0% al 1%
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Creciente – del 2% al 48%
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Cuarto creciente – del 49% al 51%
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Gibosa creciente – del 52% al 97%
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Luna llena – del 98% al 100%
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Gibosa menguante – del 52% al 97%
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Cuarto menguante – del 49% al 51%
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Menguante – del 2% al 48%
¿Por qué esto importa? Comprender la fase lunar no solo ayuda a planificar rituales, sino también a entender nuestra conexión con los ritmos naturales. Magos y brujas siguen la Luna para alinear sus intenciones: sembrar deseos en Luna nueva, potenciar resultados en Luna llena, y limpiar en menguante. Y no solo ellos: también es importante en la agricultura, ya que marca cuándo es el mejor momento para algunas siembras o cosechas. Por ejemplo, el maíz se siembra en Luna nueva y se cosecha en Luna llena, mientras que la papa se cosecha de noche en Luna llena para poder ver bien, ya que el sol puede quemar el tubérculo.
Astrónomos y curiosos disfrutan de la belleza del cielo diurno al reconocer que ese disco blanco que flota entre las nubes no está fuera de lugar, sino en su momento exacto. Las personas comunes y corrientes pueden simplemente encontrar un momento de calma al saber que, como la Luna, ellos también están en constante cambio. Incluso los médicos suelen evitar cirugías de riesgo en noches de Luna llena para prevenir hemorragias.
Ahora, entender la relación de la Luna con los fluidos del planeta sería tema para otra publicación.
Dato curioso: Cuando la Luna está al 50% iluminada (cuarto creciente o cuarto menguante), forma un ángulo recto con la Tierra y el Sol, por eso su forma parece “cortada” perfectamente. En estas fases es cuando mejor se observa el relieve de sus cráteres con un telescopio, gracias al contraste de las sombras.
La próxima vez que veas la Luna a plena luz del día, recuerda que su visión no es una excepción: es un recordatorio silencioso de que incluso la luz más sutil tiene su lugar.
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